domingo, 24 de mayo de 2009

La Iglesia y la comunidad política

«Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios, y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas. Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César o no? (...) Jesús les respondió: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»(1)

Jesús da una respuesta que no alcanzan a entender y que es al mismo tiempo absolutamente fiel a su predicación sobre el Reino de Dios, viniendo a decir: Dad al César lo que le corresponde, pero no más de ello, pues también hay que dar a Dios lo que le corresponde, reverso necesario de la cuestión, que ellos sin embargo no habían planteado. No están en el mismo nivel, ya que para un buen israelita Dios trasciende toda medida humana; al César, el poder público, corresponde la tributación, necesaria para el ordenamiento temporal de la sociedad; a Dios evidentemente hay que darle el cumplimiento de todos los mandamientos, que implican el amor y la entrega personales, como criaturas del Creador. Y así la respuesta de Jesús supera el horizonte humano de los tentadores, está por encima del sí y del no, que querían arrancarle.

 

En definitiva, Jesucristo reconoció entonces el poder civil y sus derechos, pero avisó claramente que deben respetarse también los derechos superiores de Dios, y señala como parte de la voluntad de Dios el cumplimiento fiel de los deberes civiles.

 


 La Iglesia y el Estado

«La comunidad política y la Iglesia, cada una en su ámbito propio, son mutuamente independientes y autónomos. Sin embargo, ambas, aunque por título diverso están al servicio de la vocación personal y social de unos mismos hombres. Tanto más eficazmente ejercerán este servicio en bien de todos cuanto mejor cultiven entre ellas una sana colaboración, teniendo en cuenta también las circunstancias de lugar y de tiempo. Pues el hombre no está solamente limitado al orden temporal, sino que, viviendo en la historia humana, conserva íntegramente su vocación eterna).

Colaboración entre Iglesia y Estado
La Iglesia en cuanto institución tiene una presencia ante la comunidad política, que es preciso considerar atentamente. Iglesia y Estado se presentan como sociedades plenamente configuradas en su respectivo ámbito y necesitan establecer relaciones mutuas de armonía, tanto en el plano de los hechos como en el ámbito jurídico. Se dice que ambos poderes son originarios e inderivables el uno del otro; por eso son incompatibles con la doctrina cristiana las teorías monistas sobre el poder: aquellas que admiten sólo el poder del Estado (ateísmo de Estado, laicismo,...) o sólo el poder religioso (teocracia, fundamentalismo, integrismo...).

Las relaciones entre la Iglesia y el Estado han de ser lógicamente de unión y colaboración mutua, aunque cada uno actúe dentro de su propio orden. 

Colaboración que parte del mutuo reconocimiento de ser sociedades diferentes, con naturaleza, organización y personalidad jurídica propias; y esto se lleva a cabo mediante la regulación jurídica de aquellas materias que afectan a los fines de ambos, como son el derecho a la vida, la educación, el matrimonio, la comunicación social, o la asistencia a los necesitados. Son las llamados cuestiones mixtas.


 

 


 

 

 

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